lunes, 23 de junio de 2014

"Cassette" Cuento de Enrique Anderson Imbert

Les comparto un cuento sobre la educación del futuro

Cassette
Enrique Anderson Imbert

Año: 2132.  Lugar: aula de cibernética.  Personaje: un niño de nueve años.
     Se llama Blas. Por el potencial de su genotipo ha sido escogido para la clase Alfa. O sea, que cuando crezca (1)pasará a integrar ese medio por ciento (2) de la población mundial que se encarga del progreso. Entretanto (3), lo educan con rigor. La educación, en los primeros grados, se limita al presente: que Blas comprenda el método de la ciencia y se familiarice con el uso de los aparatos de comunicación. Después, en los grados intermedios, será una educación para el futuro: que descubra, que invente. La educación en el conocimiento del pasado todavía no es materia para su clase Alfa: a lo más, le cuentan una que otra anécdota en la historia de la tecnología.
      Está en penitencia. Su tutor lo ha encerrado para que no se distraiga y termine el deber de una vez. Blas sigue con la vista una nube que pasa. Ha aparecido por la derecha de la ventana y muy airosa (4) se dirige hacia la izquierda. Quizás es la misma nube que otro niño, antes que él naciera, siguió con la vista en una mañana como ésta y al seguirla pensaba en un niño de una época anterior que también la miró y en tanto la miraba creía recordar a otro niño que en otra vida... Y la nube ha desaparecido.
     Ganas de estudiar, Blas no tiene. Abre su cartera y saca, no el dispositivo calculador, sino un juguete. Es una cassette.
     Empieza a ver una aventura de cosmonautas. Cambia y se pone a escuchar un concierto de música estocástica (5). Mientras ve y oye, la imaginación se le escapa hacia aquellas gentes primitivas del siglo XX a las que justamente ayer se refirió el tutor en un momento de distracción.
     ¡Cómo se habrán aburrido, sin esa cassette!
     "Allá, en los comienzos de la revolución tecnológica - había comentado el tutor - los pasatiempos se sucedían como lentos caracoles (6). Un pasatiempo cada cincuenta años: de la pianola (7) a la grabadora, de la radio a la televisión, del cine mudo y monocromo (8) al cine parlante y policromo (9).
     ¡Pobres! ¡Sin esta cassette cómo se habrán aburrido!
     Blas en su vertiginoso (10) siglo XXII, tiene a su alcance (11) miles de entretenimientos. Su vida no transcurre (12) en una ciudad sino en el centro del universo. La cassette admite los más remotos sonidos e imágenes; transmite noticias desde satélites que viajan por el sistema solar; emite cuerpos en relieve (13); permite que él converse, viéndose las caras, con un colono de Marte; remite sus preguntas a una máquina computadora cuya memoria almacena datos fonéticamente articulados y él oye las respuestas.
     (Voces, voces, voces, nada más que voces pues en el año 2132 el lenguaje es únicamente oral: las informaciones importantes se difunden mediante fotografías, diagramas, guiños eléctricos, signos matemáticos.)
     En vez de terminar el deber Blas juega con la cassette. Es un paralepípedo (14) de 20 X 12 X 3 que, no obstante su pequeñez, le ofrece un variadísimo repertorio de diversiones.
     Sí, pero él se aburre. Esas diversiones ya están programadas. Un gobierno de tecnócratas resuelve qué es lo que debe ver y oír. Blas da vueltas a la cassette entre las manos. La enciende, la apaga. ¡Ah, podrán presentarle cosas para que él piense sobre ellas pero no obligarlo a que piense así o asá (15)!
     Ahora, por la derecha de la ventana, reaparece la nube. No es nube, es él, él mismo que anda por el aire. En todo caso, es alguien como él, exactamente como él. De pronto a Blas se le iluminan los ojos:
     - ¿No sería posible - se dice - mejorar esta cassette, hacerla más simple, más cómoda, más personal, más íntima, más libre, sobre todo más libre?
     Una cassette también portátil, pero que no dependa de ninguna energía microelectrónica: que funcione sin necesidad de oprimir (16) botones; que se encienda apenas se la toque con la mirada y se apague en cuanto se le quite la vista de encima; que permita seleccionar cualquier tema y seguir su desarrollo hacia adelante, hacia atrás repitiendo un pasaje agradable o saltándose (17) uno fastidioso... Todo esto sin molestar a nadie, aunque se esté rodeado de muchas personas, pues nadie, sino quien use tal cassette, podría participar en la fiesta. Tan perfecta sería esa cassette que operaría directamente dentro de la mente. Si reprodujera, por ejemplo, la conversación entre una mujer de la Tierra y el piloto de un navío sideral (18) que acaba de llegar de la nebulosa (19) Andrómeda, tal cassette la proyectaría en una pantalla de nervios. La cabeza se llenaría de seres vivos. Entonces uno percibiría la entonación de cada voz, la expresión de cada rostro, la descripción de cada paisaje (20), la intención de cada signo... Porque claro, también habría que inventar un código de signos. No como esos de la matemática sino signos que transcriban vocablos: palabras impresas en láminas cosidas en un volumen manual. Se obtendría así una portentosa (21) colaboración entre un artista solitario que crea formas simbólicas y otro artista solitario que las recrea...
      - ¡Esto sí que será una despampanante (22) novedad! - exclama el niño -. El tutor me va a preguntar: "¿Terminaste ya tu deber?" "No", le voy a contestar. Y cuando rabioso (23) por mi desparpajo (24), se disponga a castigarme otra vez, ¡zas! lo dejo con la boca abierta: "¡Señor, mire en cambio qué proyectazo (25) le traigo!"...
     (Blas nunca ha oído hablar de su tocayo Blas Pascal, a quien el padre encerró para que no se distrajera con las ciencias y estudiase las lenguas. Blas no sabe que así como en 1632 aquel otro Blas de nueve años, dibujando con tiza(26) en la pared, reinventó la Geometría de Euclides, él, en 2132, acaba de reinventar el libro.)

martes, 10 de junio de 2014

Mensaje del Papa Benedicto XVI a los profesores de religión.


El Papa elogia el papel de los profesores de religión y agradece su labor de auténticos trabajadores de cultura y humanidad, con el que enriquecen a la escuela y a toda la sociedad, porque la dimensión religiosa hace al hombre más humano

Sábado, 25 abr (RV).- «’Yo no me avergüenzo del Evangelio’ (Rm 1,16). El profesor de religión católica por una cultura al servicio del hombre». Así lo ha manifestado este sábado Benedicto XVI a los participantes en el Congreso italiano de quienes se dedican a esta enseñanza, cuya presencia no limita la libertad e impulsa la convivencia civil constructiva, el respeto y el diálogo leal. (...)



Recibiendo a los participantes en el Congreso de profesores de religión católica de Italia - en el Aula Pablo VI que ha acogido a unas ocho mil personas - el Papa les ha dado su cordial bienvenida, extendiendo su saludo a los cerca de veinticinco mil maestros, que se dedican a esta enseñanza en las escuelas de todo el país, aunándose con los otros educadores y profesores, al servicio del hombre creado a imagen de Dios. Las palabras del Santo Padre han sido acogidas con grandes aplausos (...)


«Gracias a la enseñanza de la religión católica, la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los cuales, descifrando la aportación significativa del cristianismo, se habilita a la persona a descubrir el bien y a crecer en la responsabilidad; a buscar el confrontarse, afinando el sentido crítico y a tomar de los dones del pasado para comprender mejor el presente y proyectarse concientemente hacia el futuro».



lunes, 9 de junio de 2014

Nacidos para aprender


En esta ocasión mediante unos dibujos animados muy sencillos, podemos ver de lo que es capaz el ser humano desde el nacimiento hasta la adolescencia
Este documental parce llegar a la gente y mostrar como es el proceso de nuestro aprendizaje, Y darnos cuenta que forma parte de la formación artesanal, del contexto: familiar, afectivos y sobre todo el ambiente escolar.
Además nos remite a ser cautelosos con lo que se transmitirá a nuestros descendientes para que ellos también hagan lo mismo.

miércoles, 4 de junio de 2014

La Vocación del Educador Católico




“Los educadores, en su sentido más pleno, buscan y anhelan transmitir no solo conocimientos, sino saberes encarnados en la vida. Cada educador, como Jesús, está convocado con nosotros a una misión educativa donde, además, es testigo de una experiencia mayor. En definitiva, vivir la vocación y la misión educadora resulta un desafío y una pasión. No podemos ser meros espectadores  de la realidad educativa, sino que estamos llamados a intervenir en ella de forma clara y directa, discerniendo y aportando la calidez interior del encuentro con Dios”.
Por último, escogimos presentar la película   Profesor Holland por recoger gran cantidad de elementos que pudieran rescatarse a partir de la vocación del educador, en cada rol que desempeñamos en nuestra vida cotidiana.